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Jugar sin pantallas. ¿Qué nos está pasando?

Si retrocedemos unos cuantos años, a la edad de nuestros padres y madres comprobaremos como ha ido evolucionando el juego en la infancia. 

Recuerdo escuchar a mi abuela decir que mientras trabajaba en la tienda sus hijas estaban jugando en la calle, a la edad de 4 años, y que yo le pregunté sorprendida»¿pero les dejabais solas?» y ella me respondió «sí, no había problema y si ocurría algo entre los vecinos y vecinas nos ayudábamos». Cierto es que antes no había la cantidad de coches que hay ahora ni tampoco la cantidad de pantallas y extraescolares que hay ahora. 

Las niñas y los niños se juntaban en la calle, eran de todas las edades, y jugaban sin horarios ni presiones. Disfrutaban de su juego. Juegos que no necesitaban juguetes. Juegos que agudizaban el ingenio, que se transmitían de generación en generación (la gallinita ciega, la comba, churro media manga mangotero, las canicas). 

Ahora los niños y las niñas dedican su tiempo a actividades extraescolares, a jugar siempre en el mismo parque de goma, a que si papá o mamá están cocinando los niños y niñas ven la tele para «no molestar» o a realizar actividades programadas entre otras muchas cosas. 

No se trata de demonizar las pantallas más bien de responsabilizarnos a la hora de utilizarlas, no podemos obviar la realidad en la que estamos, la era tecnológica, sin duda, yo estoy utilizando esta pantalla en este momento para comunicarme con vosotros y vosotras. 

Tampoco se trata de infravalorar los  ratos en casa, pues también son necesarios si los pasamos en familia y sin pantallas, ya que nos une, nos conecta y fortalecen nuestras relaciones. 

Lo que si que está claro, y parece que nos estamos olvidando, es de la necesidad de conectar a nivel familiar, de salir de casa, de hacer actividades sencillas y sin mil materiales y en definitiva de disfrutar de la infancia. Me gustaría matizar que salir de casa no tiene porque significar ir siempre al mismo parque, ni siquiera ir al parque, porque un descampado puede ser un espacio de juego. 

Recuerdo de pequeña divertirme en la calle. Esperaba entusiasmada el día que cerraban la calle al tráfico ,la que estaba al lado de mi casa,  y me pasaba la mañana y la tarde jugando en la calle. A veces jugábamos con la goma, otras con la cuerda, otras a las canicas o las palmas. Recuerdo llegar a casa sucia pero con una sonrisa de oreja a oreja.  

A veces me aterra ver la evolución del ser humano, el como poco a poco hemos ido desvinculándolos de la naturaleza y del tiempo en familia. El como la infancia está viviendo en su propia piel este fenómeno tecnológico con una carga emocional que no podemos imaginar.

Hace tiempo  me propusieron hacer un libro y pensé que un libro que unificara el tiempo en familia y reflexionara sobre el uso de las pantallas sería interesante. Un libro con actividades pero no de las que necesitas tropecientos materiales y quinientas horas para prepararlo o hacerlo. La idea era hacer u libro de sentido común de esos que inspiran, de los que recuerdan lo olvidado, de los que no necesitan más que a veces pura espontaneidad. Y así llegó 365 actividades para jugar sin pantallas en familia. Podéis verlo AQUÍ.

Quizás deberíamos plantearnos la manera de ocupar nuestro tiempo, sí, nosotros los adultos. Tal vez deberíamos ser conscientes de la repercusión que está tomando todo esto y empezar a recordar nuestras raíces. Sin juzgar, sin demonizar, simplemente utilizando el sentido común. 

Os espero en facebook e instagram para seguir aprendiendo, reflexionando y haciendo camino en este mundo de la crianza y la educación respetuosa.