Hoy tengo el placer de contar en el blog con Maria y Laia, dos maestras de Educación Infantil que han preparado un aula siguiendo y atendiendo las necesidades de sus niños. Su instagram es @laportablanca y ellas se conocieron hace dos años cuando les asignaron aulas paralelas de P3 y al mismo tiempo ser tutoras de P3. Su testimonio es la muestra de que con fuerza de voluntad, ilusión y ganas todo se puede lograr y así quieren transmitirlo ellas. Os dejo con sus ganas de cambiar las cosas para mejor…
Somos Maria y Laia. Podríamos deciros mil frases que ya sabéis como: el cambio es posible, si no haces nada no cambiará nada, quien la sigue la consigue… Y todas ellas serán ciertas pero lo que os queremos contar va más allá de todo esto. ¿Qué supone cambiar las cosas? ¿Hacia dónde queremos enfocar ese cambio? Cuando nosotras nos conocimos empezamos a compartir nuestras experiencias y creencias del mundo educativo. Enseguida conectamos, y empezamos a ser cómplices de crear espacios educativos dentro del aula que acogieran al niño, en todos los sentidos.
Pues en efecto, así empezó todo, nuestro cambio personal y profesional; reflexionando, conversando, imaginando y creando.
Cambiar empieza en uno mismo, igual que cualquier aprendizaje, empieza en el descubrimiento y en la práctica. Nosotras nos hicimos la gran pregunta… ¿Qué supone ofrecer un espacio respetuoso y acogedor? A partir de esta pregunta sentimos la necesidad y la responsabilidad de ofrecer a nuestros alumnos lo que se merecían y necesitaban. Queríamos hacer de nuestra aula un espacio que acogiera sus necesidades. Y así surgió la siguiente pregunta: ¿Qué podemos hacer con lo que tenemos? Como si fuésemos arquitectas o diseñadoras de interiores, dibujábamos una y otra vez los planos de la clase, dibujábamos, borrábamos…
Nuestra aula estaba llena de mesas, sillas, muebles altos y antiguos, elementos fijos que no se podían mover, sin espacio reservado para guardar material y repleta de juguetes de plástico sin ordenar y sin supervisar.
¿Por dónde empezamos? Pues por lo más básico: ordenando, seleccionando y ¡aniquilando! materiales y juguetes viejos, rotos y pobres a nivel educativo. La frase es tan típica como real: lo importante no es la cantidad, si no, la calidad.
Una vez conseguimos clasificarlo todo en cajas, empezamos a pensar en qué tipo de juguetes queríamos ofrecer a nuestros alumnos. Le dimos mucho valor a los que no son estructurados, hechos de materiales diversos y que ofrecen al niño varias posibilidades de aprendizaje.
Rodeadas de plástico por todos lados, empezamos a crear material de madera, de elementos naturales y reciclaje. Por supuesto, no pudimos crearlo todo nosotras, por eso, también empezamos a gastar algo de nuestro sueldo en la compra de material que creíamos básico para una clase de infantil. Así que nos pasamos muchas horas dando vueltas por Ikea, por Tiger, por páginas web como Jugar i Jugar y por todos los bazares de la provincia.
Seguíamos teniendo un problema, las mesas ocupaban todo el espacio. Quitamos algunas, las que pudimos, nos quedamos con la mitad. La verdad, lo hicimos sin hacer ruido, las metimos dónde pudimos: el cuarto de la caldera, el sótano… Dejamos las 25 sillas y justo un espacio (un poco apretados) para que todos cupiesen sentados a la misma vez en las mesas, para que nadie nos reclamara nada.
Ya teníamos seleccionado los materiales, más espacio en el aula…
Decidimos estructurar el aula en diferentes ambientes… Teníamos claro que para desarrollar un juego educativo, ordenado y rico teníamos que facilitar espacios bien estructurados, claramente delimitados y con el material disponible para que de manera autónoma los niños pudieran usarlo.
¿Pero que hacíamos con los armarios altos como torres? En un momento de locura y conspiración, se nos ocurrió tumbar un armario/estantería que no tenía patas. De esta manera, tumbándolo en horizontal y cambiándole las estanterías de sentido, conseguimos un mueble que nos permitía presentar los materiales a nivel del niño al estilo Montessori.
El resto de muebles-estantería los desencajamos de la pared y los pusimos de manera que separan un espacio de otro. Aun y así, nos faltaban muebles bajos para poder colocar materiales y por eso compramos algunos por Wallapop y otro lo cogimos de la calle el día de “Muebles a la calle”
Estructuramos el aula teniendo en cuenta las inteligencias múltiples.
De manera que creamos varios ambientes (hablamos ahora del aula de P4):
- Un espacio de mini-mons o looseparts.
- Un ambiente con materiales de lógica y matemáticas.
- Un atelier, para desarrollar la creatividad artística.
- Un rincón de cuentos, con cojines, colchonetas y sillones para invitar a la lectura.
- Otro espacio de escritura y trazo, con juegos, hojas, bolis y pizarras.
- No podía faltar un espacio para desarrollar el juego simbólico.
- Y por último, un espacio donde hacer asamblea.
Pero aun nos quedaba un gran aspecto a resolver… Dónde meteríamos todos esos materiales que no queríamos ofrecerles a los alumnos y que no podíamos tirar, ya que en el curso siguiente, teníamos que dejarlos en el aula.
¿Dónde almacenábamos los materiales que no queríamos ofrecerles en ese momento? El hecho de pensar qué juguetes queremos que usen, implica reflexionar sobre en qué momento del curso nos interesa que jueguen más con unos o con otros. Así que como buenamente pudimos fuimos colocando encima de los armarios altos y en algún rincón del aula ese pequeño trastero de juguetes… no es lo ideal, pero como siempre nos decimos a nosotras mismas: hacemos lo que podemos con lo que tenemos.
Para terminar, con el resto de elementos fijos del aula, que no podíamos ni mover, ni tumbar, ni aniquilar; les intentamos dar otro enfoque. Como por ejemplo: montar el espacio de escritura donde tenemos la pizarra.
Somos maestras en el aula y fuera de ella. Tenemos una profesión que si la sientes como nosotras, te marca personalmente y profesionalmente, te condiciona y te hace crecer como persona. Hace que estés en continuo aprendizaje ya que sentimos una gran responsabilidad hacia nuestro trabajo (el mejor del mundo jeje).
Respetar la infancia, pura, salvaje y autentica, entender y aprender cómo funciona el cerebro del niño implica luchar contra “lo que se ha hecho siempre”, la comodidad, las modas, el desconocimiento, los “no lo intentes, no lo conseguirás”, implica llevarse algún que otro disgusto defendiendo lo que crees, lo que has estudiado, lo que tu experiencia te dice…
Pero en definitiva, cuando paras y piensas, ¿por qué me desvivo tanto por esta profesión? ¿Quién me manda a mí gastar de mi propio sueldo para trabajar mejor?
Sólo hay una respuesta: por ellos y ellas. Que te reciben cada día con una sonrisa, un abrazo y un te quiero incondicional. Que aprovechan todo aquello que preparas, ellos y ellas que viven motivados por aprender, que te dicen gracias, que te miran con ojos atentos, que te observan mientras no los ves… Que se dejan llevar por sus emociones, que son puros, nobles, incansables. Por ellos y ellas, para que sus vivencias en la escuela vayan de la mano de la felicidad.