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¿Por qué en Montessori se Motiva y no se Elogia?

Como ya sabéis seguimos los principios de la Disciplina Positiva y de la Educación Montessori. Por lo que ambas es necesario saber que no contemplan ni premios ni castigos.

Así bien podemos considerar que con el elogio o premio tenemos una actitud condescendiente y a la vez manipuladora «me gusta como estás callada», «me gusta como lo has hecho», «si sacas buenas notas iremos al parque de atracciones».

Lo que conseguimos con un elogio o premio no es lo que nos proponemos desde un principio, tratar de expresar nuestra satisfacción ante un hecho, sino todo lo contrario impulsamos a que nuestros hijos cambien su intencionalidad por la influencia de los demás. Los hacemos, sin querer, unos «adictos» al elogio. 

En el interior del niño se crea una única pregunta cuando hablamos del elogio y es «¿qué pensará mi madre/padre?», «¿qué pensarán los demás?». Se trata de una dependencia de que los demás evalúen las acciones, habilidades, o destrezas de otros. 
El elogio o premio lleva consigo un mensaje oculto para la autoestima de nuestros hijos «solo valemos cuando otros nos valoran». Lo que a largo plazo crea una dependencia en cada uno de los propósitos de nuestros hijos.
La frase de «estoy muy orgulloso de ti» cuando nuestro hijo saca buenas notas, o a hecho algo que personalmente nos ha gustado, es atribuir al otro el propio logro no atribuimos a nuestro hijo todo el esfuerzo que ha podido tener en ese hecho.
¿Pero entonces…qué hacemos? ¿Cómo expresamos nuestro agradecimiento, nuestras buenas intenciones, nuestra felicidad? a través de las apreciaciones respetuosas, es decir a través de la MOTIVACIÓN. «Valoro tu colaboración», «agradezco tu compañía» Sin duda la motivación la utilizamos mucho con los adultos «gracias por ayudar» y ¿por qué no lo hacemos con nuestros hijos? 
La motivación ayuda a nuestros hijos a cambiar por sí mismos, a pensar de manera personal «¿qué pienso yo?» no se trata de lo que piensen los demás sino de la importancia que nos damos a nosotros mismos «yo valgo», «yo soy capaz» sin que nadie se lo tenga que decir. Se trata de una auto-evaluación.

Del mismo modo los padres cuando motivamos ofrecemos comprensión y hacemos que nuestros hijos sientan que valen sin la aprobación ajena. Este hecho es muy importante a la hora de desarrollar la autoestima pues les da confianza en sí mismos, les crea una independencia externa.

En el post sobre los castigos, que puedes recordar AQUÍ, vimos que éstos son inmediatos, que la conducta a priori parece extinguida, y es simplemente porque en ese momento crea miedo o confusión, pero a largo plazo crea frustración, revancha, rebeldía…lo mismo pasa con los elogios o premios que a corto plazo parece que funcionan y que no tienen ningún tipo de repercusión pero esto no es así, pues a largo plazo crean dependencia.
Imaginemos…que nuestro hijo ha aprendido a bajarse la cremallera y cuando termina de bajarse la cremallera de su abrigo sonríe de satisfacción pero de pronto le decimos «¡muyyy bien!» nuestro hijo que se hallaba profundamente concentrado en su trabajo de repente se gira nos mira por el alboroto que hemos armado y frunce el ceño (como extrañado).

Al día siguiente realiza otra cosa y nosotros, con toda nuestra buena voluntad y tal vez movidos por la sorpresa e ilusión de un nuevo logro terminamos felicitándole «¡muy biennn!»y además añadimos unos cuantos aplausos, por si no hubiera sido suficiente. A lo que nuestro hijo responde también con palmas. A primera vista parece que el elogio no tenga ningún tipo de repercusión pero llega un día que nuestro hijo se acerca a nosotros con un dibujo y nos dice: «¿mamá te gusta como he hecho mi dibujo?» o «¿papá me he atado bien los cordones?»…hemos creado sin querer una dependencia externa de aprobación.

Maria Montessori en el libro EL NIÑO EL SECRETO DE LA INFANCIA habla de los premios y los castigos, de como con sus observaciones decidieron que en la naturaleza del niño no estaba incluida ninguna de estas dos cosas y dice así «La maestra…me explicó que el niño se hallaba castigado, pero poco tiempo antes había recompensado a otro, aplicándole una cruz dorada sobre el pecho. Pero éste niño al pasar junto al pequeñuelo castigado le había cedido su cruz, como un objeto inútil y molesto (…) Después de una larga experimentación admitimos la confirmación (…) Desde entonces no se distribuyeron recompensas ni castigos. Lo que más nos sorprendió fue el desprecio por las recompensas. Se había producido un despertar de la conciencia, un sentido de la dignidad, que antes no existía».


Por tanto debemos plantearnos realmente que queremos expresar a nuestros hijos, queremos comunicarles nuestra gratitud sobre un hecho y no sobre su persona.