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La familia educa para las emociones

Estamos acostumbrados a actuar de una manera casi mecánica en nuestro día a día, quizás llevados por la prisa o por las mismas rutinas. Si nos paramos a pensar, a veces deberíamos plantearnos la manera en la que, como familia, abordamos nuestras emociones y las de nuestros hijos. Desde la primera toma de contacto cuando nacen nuestros hijos…mediante el apego…hasta que poco a poco van conquistando un grado más de independencia según sus necesidades y la etapa de desarrollo por la que estén pasando.

Para un buen desarrollo de las emociones deberíamos plantearnos varias cosas:
1.¿Ofrecemos a nuestros hijos un buen ambiente cargado de experiencias seguras para explorar y un clima afectivo emocionalmente estable?
2.¿Somos estables en nuestras reacciones y afrontamos los conflictos de manera razonable y adecuada?
3.¿Cuál es nuestro estilo de crianza? ¿somos autoritarios? ¿permisivos? o por lo contrario ¿somos capaces de equilibrar ambas en una balanza y somos firmes y amables?
4.Nos comunicamos de manera sencilla y concreta «Cuando pegas haces daño».
En los primeros años de vida lo que se pretende desde la filosofía Montessori es que el niño se sienta seguro de sí mismo ¿pero cómo lograrlo si los padres no confiamos en ellos? Es decir debemos proporcionarles la posibilidad de que realicen tareas por sí mismos, sin nuestra intervención, según su etapa de desarrollo y sus necesidades, debemos confiar en ellos. Esta confianza que nosotros les mostremos les ayudarán a tener la capacidad de creer en sí mismos, de fortalecer y adquirir una confianza.
También sucede que en los primeros años de vida es fácil que no puedan controlar las emociones, a partir de los 18 meses comienzan a madurar sus estructuras cerebrales pero no es hasta los 20 años, más o menos, cuando ésta construcción termina. Por tanto debemos ser conscientes de que fácilmente en muchas ocasiones sus emociones se desborden. Por esta razón es bueno contar con normas y hábitos, rutinas respetuosas para que puedan tener relaciones sanas con otras personas.
Del mismo modo es importante que ellos mismos sean conscientes de las consecuencias de sus actos, ya sea por consecuencias naturales «el vaso de cristal que se cae y se rompe» o por consecuencias lógicas «cuando pegas haces daño». Y del mismo modo invitarles a responder con soluciones, en vez de recurrir al castigo o a reacciones primitivas. «Si golpeas puedes romperlo, vamos a acariciarlo»  -si está mordiendo- «¿tienes hambre? puedes morder esta rosquilleta» (dar opciones).
¿Cómo crear un ambiente emocionalmente seguro?
Para que esto suceda debemos tener en cuenta las siguientes preguntas:
1.¿Nuestro hijo se siente aceptado en el hogar? (ambiente preparado, atención, etc)
2.¿Nuestro hijo siente que le queremos? ¿se lo decimos?
3.¿Respetamos a nuestro hijo cuando intenta comunicarse con nosotros?
4.¿Valoramos y reconocemos las acciones de nuestros hijos?
5.¿Somos conscientes de los peligros y respondemos y actuamos con rapidez a éstos protegiéndoles?
(caídas de alturas considerables, si otro niño o él agrede mordiendo o pegando, etc).
6.¿Escuchamos a nuestros hijos en los momentos en que no pueden controlar sus emociones (ya sea porque sienten que no les prestamos atención, por daño físico, etc).
La idea inicial es reducir los niveles de ansiedad que pueden estar dándose en nuestros hijos, ya que sus emociones (reacciones emocionales) surgen porque buscan protegerse de una amenaza.
Para educar en las emociones es necesario sin duda que el adulto se muestre tranquilo, dispuesto y emocionalmente sano. Pero está claro que con nuestro día a día (trabajo, familia, amigos, etc) muchas veces esto no es posible. Por lo que debemos en este caso tener conciencia de nuestra situación emocional e intentar retener esas emociones cuando interactuemos con nuestros hijos. No digo que estemos al 100% , eso es prácticamente imposible, no somos máquinas, sino que intentemos estar a un 70%. Y si vemos que estamos cansados la otra persona tiene el derecho a saber en qué situación nos encontramos.

Educar en las emociones es importante nos ayuda a comprender que sentimos y cómo afrontar de manera respetuosa momentos en los que nuestras emociones se ven desbordadas. Por tanto es un punto esencial para una educación social, para una educación para la vida.